Javier Deaza
Recientemente el Fondo Monetario Internacional, realizó una propuesta sobre el incremento del salario mínimo en Colombia que ha levantado ampollas en las centrales obreras. En términos generales el FMI propone no establecer un incremento anual por encima de la meta de inflación fijada por el Banco de la República.
Esta propuesta que ya ha sido debatida por académicos y técnicos del Banco de la República tiene fuertes argumentos teóricos y empíricos que demuestran su conveniencia. El principal argumento que soporta esta propuesta es que mayores salarios implican costos laborales más elevados para las empresas, estos se trasladan al precio del bien final, mayor precio genera menor demanda del producto, menor demanda del producto trae menores ventas para las empresas y por lo tanto menos producción, lo que tiene como consecuencia final un recorte de personal por parte de las empresas.
Por esta razón el argumento de las centrales que mayores salarios traen mayor consumo y de esta manera un impacto positivo en la economía, no es del todo verdadero. Esto sería cierto si los beneficios en cuanto a salarios que obtienen los trabajadores que conservan su trabajo es mayor que el costo de pérdida en ingresos de los trabajadores que son despedidos, lo cual claramente no pasa en el país.
El principal problema con las decisiones de salario mínimo es que no tienen en cuenta a los desempleados. Es acá donde toma fuerza la propuesta realizada por Arango, Herrera y Posada (2006), en el sentido que en la negociación del salario mínimo debería haber también representantes de los desempleados, quienes finalmente se ven afectados con incrementos estas decisiones laborales.
Si realmente el Gobierno quiere avanzar en una disminución en el desempleo acompañada de empleo de calidad, debe escuchar las propuestas del FMI y pensar en un cambio estructural en la fijación de este. Por qué no tomar en cuenta la propuesta de exdirector de Planeación Nacional Esteban Piedrahita de fijar un salario mínimo regional. En un estudio que realicé en el 2008, encontré que sí existen diferencias a través de ciudades del efecto de incrementos del salario mínimo sobre el empleo. Y es que no tiene sentido que el salario mínimo nominal sea el mismo en todo el país sabiendo que el costo de vida es diferente así como la productividad marginal de los trabajadores.
miércoles, 27 de julio de 2011
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